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Carta al Obispo de Tortosa

Carta dirigida al señor Obispo de Tortosa Mons. Benito Villamitjana y Vila para la fundación del Monasterio  de Monjas Mínimas y el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús en Mora d’Ebre

Borrador entregado a su guía espiritual.

Iltmo. señor:

Sor Filomena de Santa Coloma, Mínima descalza de la Villa de Valls, con toda veneración y respeto si bien que con grande rubor, toma la libertad de dirigirse a V. S. I. como dignísimo Prelado de esa Diócesis de Tortosa con el objeto de manifestar a V. S. I. lo que el Señor se ha dignado repetidas veces hacer conocer con claridad a esta su humilde sierva.

Poca la diferencia de unos cinco años, Iltmo. señor, que estando muy lejos de mí tales pensamientos sintió de improviso con toda claridad el haberse de efectuar una fundación de nuestra Mínima Religión en Mora de Ebro, causándome esto tal novedad que me es indecible, pero sin comparación fue mayor mi sorpresa al verme con la misma claridad llamada para haber de ser la que tenía de dar cuenta y aún más (lo que me horroriza el pronunciar esto) el ser nombrada por fundadora; aquí sí que las angustias y dolores de mi corazón llegaron a lo sumo, pareciéndome que el sentir esto y no poderlo de modo alguno alejarlo de mí me hacía creer era un horroroso pecado pareciéndome que todos los castigos del Cielo eran ocasionados de lo que sentía. Este era el motivo que a veces con angustia de muerte daba cuenta de ello a mi Padre director de lo dicho, pero el prudente Padre al oírme hablar de tal asunto me trataba de lo que en verdad soy, sin dar crédito a cosa alguna a mi ver llevándolo con bastante rigor por más de tres años. No fue sólo mi padecer de parte mi confesor, pues que las potestades infernales han intentado con mucha violencia apartarme de lo que Dios me pide. Dios que esto quería, el infierno con mil espantajos que lo dejase de ejecutar, el confesor también que lo dejase porque decía era grande soberbia mía el sólo pensarlo, y yo era la que más lejos de mí quería aquello y como más quería apartar de mí esto más y más crecía la fuerza con que se me pedía; pero lltmo.  señor, si no le he de ser molesta me explicaré del mejor modo que mi rudeza me lo permita tocante a la resistencia que ha habido de mi parte en lo tocante del citado asunto y del modo con que se ha dignado el Señor responder a mis lamentos y quejas como le decía: ¿Cómo, Dios mío, a mí me escogéis para fundar? ¡Ay, soberano Señor mío! ¿Qué tal vez ignoráis quién soy? ¿Qué no me conocéis, Dios mío? A destruir, sí, pero fundar no. Alejad de mí esto y haced de mí lo que queráis, pero no esto, no. Y manifestándole mi pobreza, ignorancia y del todo inhábil para tal empresa, me consoló diciendo: En esta obra quiero que en todo resplandezca mi poder. No temas. Bien, pues, Señor no pudiéndoos resistir más y escogiéndome entre innumerables que con facilidad os podrían dar gusto permitidme, Señor, guardar esto en silencio hasta la edad de los treinta años y entonces ya daré cuenta de ello. Representándole el peligroso estado de nuestra Santa Madre la Iglesia y mucho más el lugar en que lo pido, que es Mora, yo le pedí no permitiese el tener que volver a mi patria y que ya se podría efectuar en Tarragona o en Tortosa cuando habrá triunfado de sus enemigos la Santa Iglesia. Dijo: Yo escojo el tiempo, el lugar y todas las cosas imposibles para que todo se vea es obra mía. En Mora, en Mora la quiero, como un testimonio más claro de mi poder, del triunfo de la Iglesia y confusión de los que quisieren ver mi Religión abatida.

Rendida ya, Iltmo. Señor, a la Santísima voluntad de Dios por no poder resistir más, le pidió se dignase manifestarlo a alguna otra hermana para que fuese el testimonio de la verdad de lo que me pedía el Señor; gracia que me la concedió pues que dos Religiosas muy ejemplares y que resplandecen en angelicales costumbres recibieron un singular favor de la Santísima Virgen, mostrándose esta divina Madre muy a favor de la fundación, y una de las dos me había hecho entender sería mi compañera. Quedo desde el dicho favor de la Virgen del todo cierto de fundación y más dejo las circunstancias que la habían de acompañar a saber fundación de Religiosas Mínimas descalzas, nombradas del Dulcísimo Corazón de Jesús en Mora, que es todo lo mismo que me había manifestado, de lo que ya había dado cuenta a mi Padre Director.

También fue conforme en sentir las gracias y mercedes grandes que pretende el Santísimo Corazón de Jesús en querer morar en compañía de sus esposas en Mora y las muchas ofensas y pecados contra Dios que se repararán y lavarán.

Si en este punto, Iltmo. señor me explicase de lo que he sentido de las misericordias que quiere obrar el Santísimo Corazón de Jesús en esa feliz población, que me parece puede exclamar: «Con ella me han venido todos los bienes».

Le confieso, Iltmo. señor, quedar muy corta en lo tocante al Sagrado Corazón de Jesús y de los vivos deseos que arden en aquel piégalo de amor de poder poner remedio a esa población y librarla de muchas otras desgracias y aflicciones llegando a tal punto su humillación que no ha faltado ocasión que como un pobrecito me forzaba les manifestase en lo poquito que se contentaba o que se contentará, porque desea este Corazón ansiosamente morar en esa población por medio de la dicha congregación que parece han de salir grandes bienes de tan feliz morada o de las que allí morarán.

Las veces que el Señor me ha mimado y hablado como con ésta ya un poco apuntado han sido muchas, pero me parece basten las escritas.

Compóngalo, Padre, también y añadiendo lo que le parezca conveniente que no se hallará lo que V. R. pide, pues los enemigos no duermen procurando buscar medios para perturbarme. Si de lo que sabe V. R. considera conveniente poner algo de lo que no digo acerca de los ejercicios que me dijo (hiciera) y no lo entendí. Ponga, Padre, todo lo que quiera para que resplandezca la gloria de Dios.

(Manuscrito del día 6 de mayo de 1867)