Orar
Veníd a Mí

“Venite ad me omnes qui laboratis et onerati estis et ego refigiam vos” (Mt 11,28)

“Venid a Mí, todos los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré”

En la fiesta de Todos los Santos nos unimos especialmente a tantos hermanos y hermanas nuestros que ya han sido santificados por el Señor  pero quedan en ese anonimato para el mundo, aunque ellos están en Cristo, gozan de la luz eterna rebosando de la felicidad de Dios.

Son aquellos que ya han sido arrebatados del mal y salvados por el Señor son para nosotros como un río de luz: “A la permanente fuente del mal ha opuesto una fuente de puro bien. Cristo crucificado y resucitado, nuevo Adán, opone al río sucio del mal un río de luz. Y este río está presente en la historia: son los santos, los grandes santos, pero también los santos humildes, los simples fieles. El río de luz que procede de Cristo está presente, es poderoso”. (Benedicto XVI Audiencia 3 dic 2008)

Me fijo en este versículo que copio en latín porque creo que podemos penetrar mejor en su significado más profundo: “Venite ad me omnes qui laboratis et onerati estis et ego refigiam vos” (Mt 11,28).

¿A quién se dirige el Señor al pronunciar estas palabras? A todos los que estáis cansados, de la palabra latina laboratis, indica cansado de tanto trabajar. No es solo el cansancio físico producido por el trabajo, sino se trata de ese trabajo diario, ese esfuerzo continuo, y sin ver el fruto. Cansado de tantos trabajos sin obtener resultados… es el cansancio que más cansa. Los discípulos de Jesús lo experimentaron aquella noche: “hemos estado toda la noche bregando y no hemos cogido nada” (Lc 5,5). Si hubieran cogido el fruto de su trabajo, el cansancio estaría aliviado pero en medio de la oscuridad de la noche experimentan que todo había quedado en vacío, que no habían obtenido frutos de su trabajo….

  Nosotros también nos podemos sentir a veces así: trabajamos, nos esforzamos, pero no vemos el fruto en nosotros mismos… y tampoco alrededor... Y podemos estar en este punto de cansancio de decir “toda la noche bregando para no coger nada”, el fruto no se ve.

Y además, añade Jesús, “agobiados” que indica con una carga superior, sobrecargados porque seguimos con más trabajos y preocupaciones y no sabemos si las fuerzas van en dirección contraria. Cuando nos invade tal cansancio que llega a agobiarnos, realmente es una carga bien pesada. Pero Jesús se hizo hombre para salvarnos y no nos abandona. Él conoce todos nuestros trabajos y agobios, nos espera a la orilla con el pan caliente en las brasas (cfr Jn 21, 4 ss) y nos dice “venid a Mí” venid y permaneced en Mí. No vayáis a otro sitio: venid a Mí. En Mí, en mi persona encontrareis vuestro descanso. Es la palabra más fuerte de este texto: o Me. Él es la luz del amanecer, es el camino a seguir, es la vida que nos renueva y nos da esperanza, porque Yo os aliviaré.   Más aún refigiam que quiere decir “hacer de nuevo” como rehacernos...  El alivio, el descanso lo encontrareis en Mí y os lo doy Yo. Yo os doy el refrigerio, el consuelo, el descanso porque Yo mismo soy vuestro descanso, vuestro remanso de paz, vuestra alegría… porque “los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que se nos ha de manifestar” (cfr Rom 8,18)…

Hemos estado trabajando y sentimos que “en vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas” (Is 49,4), pero en la profundidad de la fe percibimos que “los que esperan en el Señor, Él les renovará el vigor, se elevan como con alas de águila, corren sin fatigarse y andan sin cansarse” (Is 40, 31)) y  les daré a comer  vino y leche de balde (cfr Is 55,1). Confiando en el Señor todo se nos ofrece con amor gratuito. Como les decía San Juan Pablo II a los jóvenes: no dejéis de mirarle a Él, Cristo. Él es todo. Cuando hayáis trabajado y hayamos hecho cuanto tengamos que hacer, digamos: “somos unos pobre siervos” y solo en Él encontraréis vuestro descanso.

Vivamos pues esperanzados  con la mirada fija en el Señor poniendo toda nuestra confianza en Él porque “el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” y “todo es posible al que ama a Dios”.

Sor Magdalena López O.M.