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AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA
CARTA DEL PAPA FRANCISCO CON OCASIÓN DEL AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA

Agradecemos al Santo Padre la Carta que nos envía para el año de la Vida Consagrada. Que sea como un espejo donde nos miremos para poder dar la respuesta que la Igleisa espera de todos los consagrados.
  •  El primer objetivo es mirar al pasado con gratitud.
  •  Vivir el presente con pasión.
  •  Abrazar el futuro con esperanza.

Mirando al presente:
La pregunta que hemos de plantearnos en este Año es si, y cómo, nos dejamos interpelar por el Evangelio; si este es realmente elvademecum para la vida cotidiana y para las opciones que estamos llamados a tomar. El Evangelio es exigente y requiere ser vivido con radicalidad y sinceridad. No basta leerlo (aunque la lectura y el estudio siguen siendo de extrema importancia), no es suficiente meditarlo (y lo hacemos con alegría todos los días). Jesús nos pide ponerlo en práctica, vivir sus palabras.
Jesús, hemos de preguntarnos aún, ¿es realmente el primero y único amor, como nos hemos propuesto cuando profesamos nuestros votos? Sólo si es así, podemos y debemos amar en la verdad y la misericordia a toda persona que encontramos en nuestro camino, porque habremos aprendido de él lo que es el amor y cómo amar: sabremos amar porque tendremos su mismo corazón.
El Año de la Vida Consagrada nos interpela sobre la fidelidad a la misión que se nos ha confiado.
Vivir el presente con pasión es hacerse «expertos en comunión», «testigos y artífices de aquel “proyecto de comunión” que constituye la cima de la historia del hombre según Dios».
Sed, pues, mujeres y hombres de comunión, haceos presentes con decisión allí donde hay diferencias y tensiones, y sed un signo creíble de la presencia del Espíritu, que infunde en los corazones la pasión de que todos sean uno (cf. Jn 17,21). Vivid la mística del encuentro: «la capacidad de escuchar, de escuchar a las demás personas. La capacidad de buscar juntos el camino, el método»,dejándoos iluminar por la relación de amor que recorre las tres Personas Divinas (cf. 1 Jn 4,8) como modelo de toda relación interpersonal.
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