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Todos los Santos
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Celebramos la santidad de Dios, transparentada en la santidad de sus hijos.
¿Os dais cuenta? ¡Somos transmisores de la santidad de Dios!
Oh, Señor, Tú pones en nuestro interior deseos de cielo, mantén viva nuestra esperanza en la promesa que Tú has hecho a tu pueblo, a nosotras, a cada uno de tus hijos: “Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él, se hace puro, como puro es él”
¡Nos hacemos puros como puro es Dios, si la esperanza se mantiene viva!
ÁNIMO HERMANOS TODOS.
No se trata de nuestra santidad solamente, sino de la santidad de la Iglesia, ayudémonos de corazón a vivir nuestra vocación a la santidad y no nos quedemos con las pequeñeces que nos cuestan o nos hacen sufrir. En la Iglesia, un ejemplo mueve para bien o para mal. Tenemos que contribuir al bien y hacer de este mundo la antesala del cielo.
Es muy sencillo, cuanto más vida interior, más nos encontraremos con el deseo de santidad que Dios ha puesto en nuestro corazón.
¿Y cómo debemos reflejar esta santidad? Nos ilumina la liturgia, que en labios del poeta nos abre a la FRATERNIDAD: Sólo a Dios en la tierra buscaron, y de todos hermanos se hicieron. Porque a todos sus brazos se abrieron, éstos son los que a Dios encontraron. Quien busca a Dios, quien se abre y recibe su Amor, se abre al hermano y en el hermano encuentra a Dios.
Hagamos por acrecentar este deseo, que es común a todos y como dice san Bernardo: que la intercesión de los santos nos obtenga lo que supera nuestras fuerzas
“Sólo hay una tristeza, la de no ser santo”, que dice Bernanos.
Sabemos que el mundo de hoy necesita testigos convencidos y coherentes. A Dios, fuente de santidad, que ha hecho brillar en sus santos las maravillas de su gracia multiforme, le pedimos que nos conceda celebrar su grandeza en ellos.
Monjas Mínimas Daimiel