En Andújar, bella ciudad andaluza, que ya desde 1446, es premiada por Juan II con el titulo de Ciudad, vivía el Conde D. Pedro de Lucena, al que los Reyes Católicos por los servicios prestados a la corona Real habían nombrado embajador en la corte del Rey de Francia, Luis XI.
En el Palacio de los Lucena gira con facilidad el tema de sus conversaciones sobre el eremita calabrés que había llegado a Francia en 1483. Allí en una corte suntuosa, en los jardines del parque de Plessis vive este rudo hombre de campo que es Francisco de Paula. Le llaman el “bon homme” y el conde de Lucena ha tenido ocasiones de comprobar que se trata verdaderamente de un hombre de Dios.
Cuando Don Pedro regresa de Francia le esperan su hija Elena que, con sus hijas María y Francisca, están ávidas de saber más de la heroicidad del santo calabrés. Pero ya no se trataba de simple curiosidad, sino que el Espíritu de Dios ha ido encendiendo en su interior un fuerte deseo de compartir ese género de vida: dedicación absoluta a Dios por la oración la penitencia. Así pues, se decidieron junto con otras jóvenes de aquella ciudad, a emprender una vida de mayor aislamiento y piedad.
En 1489 le comunican a Francisco el deseo de comenzar una fundación y que las agregue a su Orden. El santo Fundador les responde con gozo el 25 de enero de 1489, en carta dirigida
"A las devotas hijas
que están en casa del Excmo. señor don Pedro de Lucena Olid,
deseosas de fundar un monasterio":
“Jesús, María.
Hermanas mías:
Quedo más consolado de lo que se puede decir al ver por la carta de nuestro buen padre, el Señor don Pedro de Lucena, cuanto amáis nuestra vocación: lo cual puede santificaros y hacer que muchas almas sean santas imitando vuestra ejemplar vida. Nuestro buen Fundador os dirá la orden que he dado para la instrucción de las doncellas y las oraciones que deseo hagáis diariamente por la paz y concordia de los Príncipes cristianos, la cual cosa es tan necesaria para todos, que si Dios no nos mira cuanto antes con los ojos de su santa misericordia, corremos el peligro de ver grandes miserias. Rogad, pues, a Dios instantemente por esta intención.
Oh la paz es mercancía que merece ser comprada bien cara! Trabajad de continuo en vuestro interior, a fin de que haciéndoos agradables a Dios, consigáis de El cuanto pidiereis. Pedidle la sanidad espiritual y corporal para vuestro buen Fundador, y acordaos en vuestras oraciones de vuestro pobre hermano Fray Francisco de Paula, Mínimo de los Mínimos siervos de Jesucristo bendito.
De Tours, a 25 de enero de 1489".
El día 11 de junio de 1495, el Conde de Lucena les hace donación de una parte de su casa y las jóvenes, que ya habían experimentado el estilo de la vida mínima, vistieron el hábito de manos del P. Lionet, Mínimo.
Eligen como primera Correctora a Francisca de Lucena Olid, que, tras una ejemplarísima vida, muy austera, humilde y caritativa, murió en olor de santidad y en los grabados antiguos de la Orden figura con el título de Beata.
El 28 de julio de 1506, recibieron con gozo la aprobación de una Regla propia para la rama femenina.
Este convento tuvo el privilegio de guardar buen número de reliquias de San Francisco traídas desde Francia.
Y cuenta la tradición que a finales de marzo de 1507 recibió una visita milagrosa del santo Fundador:
San Francisco de Paula cuando aún vivía en el convento de Tours, se apareció a una hermana que desde hacía mucho tiempo le faltaba la mano derecha y milagrosamente se la restituyó.... Quedaron todas las religiosas impresionadas, y llenas de júbilo. Postradas a los pies del santo recibieron conmovidas el anuncio de su próxima partida de esta vida a la Patria bienaventurada y una tacita de madera, que El les quiso dejar como recuerdo. Después de bendecirlas desapareció, dejándolas llenas de consuelo.
Pocos días más tarde, el 2 de abril, a la misma hora que San Francisco de Paula pasaba de esta vida a la eterna, se oyeron doblar las campanas del monasterio, sin que nadie las tocase comprendiendo enseguida que el santo les estaba anunciando su tránsito a la bienaventuranza del cielo.
La vitalidad de la primera Comunidad de Monjas Mínimas da vida a nuevas fundaciones: En Jerez de la Frontera (Cádiz) (1524); Córdoba (1535) y en Archidona -Málaga (1551).
Durante más de cinco siglos numerosas almas se han santificado en este convento. Hoy la Comunidad está formada por 16 miembros de los que seis están en período de formación.
En cuanto al convento sólo quedan del primitivo dos piezas de la iglesia: la portada y la armadura de la cúpula, ambas de arte mudéjar.
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