DANDO GRACIAS A DIOS
Con el corazón lleno de gratitud queremos expresar el gozo que ha sido para nosotras la celebración del V Centenario del Dies Natalis a la vida eterna, de nuestro santo padre y fundador San Francisco de Paula. Una vez más la iglesia de las Mínimas, como familiarmente dicen en Daimiel, se vistió de fiesta en la mañana del 4 de mayo, para alabar, bendecir y proclamar las maravillas que Dios obró en el ermitaño de Paula. Tuvimos la dicha de palpar la comunión eclesial con la presencia de nuestro Señor Obispo, D. Antonio Angora, acompañado de 12 sacerdotes. A ellos se unieron otros muchos que nos manifestaron su unión y que sabemos nos han acompañado con su oración cercana, entrañable y sencillamente fraterna. Los miembros de la coral Molto Vivace, se unieron a nuestra fiesta y pudimos unir nuestras voces a las suyas cantando un himno armonioso a nuestro padre y fundador, fue para todas un gozo inmenso escuchar los himnos a nuestro santo padre Francisco, que no dejará de interceder por los que aún peregrinamos hacia nuestro Dies Natalis. Todo ha contribuido a la belleza que la liturgia eucarística de por sí ya tiene y por ello se nos llenó el alma de regocijo, lo cual fue palpable para quienes asistieron a la celebración. Finalmente fueron invitados a pasar al locutorio para compartir nuevamente la alegría de este día. Por todo damos gracias a Dios. Ante las palabras que se pronunciaron en una pequeña monición de entrada, el Señor Obispo recalcó cómo efectivamente el Dies Natalis, la partida al cielo, es motivo de gozo para quienes nos confesamos creyentes, en medio de un mundo que intenta borrar de las mentes y de los corazones toda presencia de lo trascendente, toda huella de Dios. El creyente que así lo vive, se convierte en bendición para los demás y en gloria del Padre. Y al mismo tiempo, al sentirse bendecido, escribe, canta, proclama, exulta, comparte y se hace realidad en su vida aquello del salmo: me brota del corazón un poema bello. Estas líneas quieren expresar esta dicha que nos es común y que gratuitamente se nos concede para nuestro gozo, nuestro camino y nuestra felicidad. Si no formamos un solo corazón y una sola alma ¿para qué estamos en el camino? Así nos decía la monición: “Nos congregamos alrededor del altar en esta mañana, para celebrar la Eucaristía y proclamar juntos las maravillas que Dios obró en San Francisco de Paula. Se cumplen ya 500 años de su partida al cielo y ello es motivo de gozo para toda la Iglesia. San Francisco , bajo la luz de Dios, comprendió que a Él sólo se puede llegar haciéndose pequeño, Mínimo, y que conseguir hacerse evangélicamente pequeño exige una dura tarea penitencial; por ello a imitación de Cristo, renunció a todo, sólo para testimoniar eficazmente, con la sobriedad y austeridad de vida, la primacía del espíritu, que es propia de toda vocación cristiana. Nos unimos especialmente a la Comunidad de Monjas Mínimas y a toda la familia Mínima que fieles a su Fundador continúan entregando sus vidas en servicio de la Iglesia a través de la oración, de su vida humilde, pobre y sencilla, gastándose en dignos frutos de conversión y penitencia. Con ellas alabamos a Dios por cuantos dones se han derramado en la Iglesia a través de San Francisco de Paula” ¿Cómo no dar gracias a Dios? Es una maravilla experimentar la grandeza de la comunión, que tan bellamente nos recuerda el salmo: ¡qué dulzura, qué delicia convivir los hermanos unidos!, pues esa unión es la que se ha irradiado en esta sencilla y solemne celebración y nosotras damos gracias por ello. Es el Señor quien nos concede estos momentos, y como que no quisiéramos que se pasaran, sin embargo la vida continúa y estos aldabonazos del Espíritu, nos llenan el corazón para seguir luchando y entregando nuestras vidas, al servicio del Reino. A todos los que os habéis unido a nosotras os compartimos unas líneas de la homilía que nos dirigió el Señor Obispo, no son meras palabras, son la expresión de nuestro Pastor, que ha querido unirse a la Comunidad en esta fiesta memorable, son palabras que nos llegan muy dentro y sólo os pedimos que nos sigáis ayudando con vuestra oración y sincera unión, para que podamos continuar irradiando cuanto supone una vida entregada al servicio de la Iglesia desde la dimensión de la sencillez, la humildad y la penitencia cuaresmal, es decir la conversión constante de mente y corazón. Saboreemos juntos sus palabras:
“Dios se revela como Padre a los humildes y sencillos. La figura de San Francisco de Paula puede resultar un poco difícil para los momentos de bienestar; establecer una Regla de vida en que la penitencia cuaresmal se hace cotidiana, motivo de vida de la persona... y sin embargo la alegría y el gozo, como se decía en la monición de entrada, viene de ahí, de conocer a alguien que ha mostrado a lo largo de 500 años,- -todos los hijos que le han seguido-, el gozo y la alegría de saberse hijos de Dios, de dejarle a Dios que vaya llenando el vacío que hace el ser humano con la penitencia y la austeridad de vida; llenarse de Dios, no desde la voluntad de hacerlo (también eso nos sorprende a los hombres de nuestro tiempo) sino desde la humildad de necesitarlo de Dios para que sea El quien hace crecer y engendrar la vida en el corazón de sus hijos. Damos gracias a Dios por lo que ha supuesto la figura de San Francisco para toda la Iglesia, para esta ciudad, para cada uno de nosotros... Ya resulta pretencioso el dejar a los Frailes Menores para fundar una Orden que sea menos que menor, Mínima, y sin embargo es la sencillez ofrecida a la Iglesia como camino cierto de santidad, porque reducir al ser humano, en el yo, al mínimo, para que Dios lo llene, es una tarea que, aceptada libremente, realiza plenamente a la persona. ¿Caemos en la cuenta queridos hermanos de que el camino hacia Dios no es el camino de una voluntad férrea, de ser testarudos, de empeñarnos nosotros en ser de una manera? San Francisco de Paula ha quedado seducido por la humildad de nuestro Dios, en Cristo Jesús, comenzando por vivir al estilo de los Hermanos Menores, renunciando a eso que se consideraba un honor: ser sacerdote, para ser hermano Mínimo; es el camino de solicitar de Dios que llene el corazón y realice plenamente a la persona. Pero no solamente dejar los bienes materiales, sino dejarse de uno mismo, el propio criterio, la propia voluntad. El dejarse llenar de Dios porque yo he renunciado a eso mismo que en teoría me haría ser fuerte delante de todos. Seguir a Jesús en el camino de la pobreza, de la austeridad y sencillez de vida...”
Este es nuestro deseo: acoger lenta, paciente y amorosamente, hasta el fondo del alma, cada una de estas palabras que, brotadas del corazón iluminado por el Espíritu que nos habita, nos lleve a ese encuentro con Dios y nos adentremos sin casi darnos cuenta en su Corazón. Y desde allí poder gozarnos en comunión. Es la maravilla de la Iglesia, de nuestra Madre Iglesia donde todos hemos sido convocados para caminar en comunión. Monjas Mínimas
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