“María Inmaculada,
símbolo y compendio de toda belleza,
me enloquece y enamora”
Contemplando la pureza de María, la Madre Inmaculada, Sor Consuelo intuyó que sólo el vivir de cara a Dios tiene pleno sentido, sólo el hacer su Voluntad tiene realmente valor y merece la pena. Así, todos los que hoy peregrinamos beneficiados por su intercesión, nos alegramos al adentrarnos en un nuevo año que se nos presenta con doble matiz: es el Año de la EUCARISTÍA y de MARÍA INMACULADA. Ambos Misterios profundamente vividos por nuestra querida Sor Consuelo. Ella caminó en todo momento unida a María y movida por el deseo de imitarla para amar como Ella a Jesús.
En su constante mirada a María vislumbró la belleza de la virginidad y decidió consagrar la suya a la Reina de las vírgenes. Junto a Ella aprendió el valor de la humildad de la que, siendo Reina, se sabe Esclava. En María descubrió el valor y el sentido de una consagración total a Dios, en una vida escondida, pobre y austera. A Ella le debe su vocación.
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