LA ESPIRITUALIDAD DE FRANCISCO DE PAULA,
LUZ DE DIOS PARA NUESTRO TIEMPO
Todos los santos, han sido figuras polifacéticas, precisamente porque eran santos, es decir, llenos del Espíritu de Dios y de sus multiformes riquezas. Han sido portadores de la luz de Dios y nosotros, cuando los contemplamos, captamos en su resplandor ese rayo de luz que ilumina nuestras necesidades. Así, entre muchos otros, lo ha sido San Francisco..
Ayuno cuaresmal por toda la vida, pobreza, humildad, caridad hacia todos: son éstas las principales características de su método de vida espiritual, que lo llevaron a vivir una experiencia contemplativa prácticamente ininterrumpida. De hecho su corazón, purificado y libre de todo deseo de este mundo, ardía continuamente en el fuego del Espíritu y él oraba siempre, ya sea en el silencio profundo de la noche, en el valle del Isca, en su Paula nativa, donde fue sorprendido por un testigo que "vio el valle, donde estaba Francisco inundado en llamas e iluminado; por lo que se volvió apresuradamente y completamente asustado a su habitación" (Biografía del discípulo anónimo cap. V), ya sea en la soledad de su celda, donde a menudo se encerraba por varios días consecutivos para dedicarse a la contemplación.
Quien se acercaba a él, tenía, en cualquier circunstancia, la impresión de encontrarse ante un orante. A este respecto, una vez más, el biógrafo anónimo contemporáneo nos narra un episodio que muestra bien claramente cómo la oración continua se había convertido para él en una segunda naturaleza, o casi podríamos decir, el secreto de su personalidad:
"Una vez mientras trabajaba en el Convento de Paula, transportaba la tierra fuera del lugar donde ahora está el altar mayor. Llegada la hora de ir a comer se quedó solo el buen Padre. Y después de que los Religiosos terminaron de comer, se llegó a él solamente Fray Nicolás de S.Lúcido, el cual al acercarse al buen Padre, lo vio que todavía trabajaba en el mismo sitio, pero sobre su cabeza tenía una corona parecida a la que lleva el Papa, resplandeciente de varios colores. A la vista de esto quedó maravillado, y corrió enseguida a decírselo a otro fraile, llamado Florentino; ambos, después fueron de nuevo testigos de la misma visión. Fueron a llamar a un Hermano Oblato, llamado Ángel de Saracena; y vista de nuevo la misma visión, se volvieron completamente asustados" (Biografía del discípulo anónimo cap. VI).
He aquí, pues, la prueba de que Francisco oraba siempre, incluso mientras desempeñaba las actividades más variadas, las cuales no lograban desviar su atención de la íntima unión con Dios en la que continuamente vivía. Y Dios, en su inescrutabile Providencia, permitió tal manifestación extraordinaria ante los ojos asombrados de testigos, y ordenó que eso sucediera mientras su siervo se ocupaba en un trabajo tan humilde y tan pesado como excavar y trasnportar la tierra del sitio dónde se tenía que construir el templo para el Señor.
Magnifico ejemplo, mensaje ensordecedor para nosotros, hombres de la era tecnológica y secularizada, cristianos de la lucha diaria por defender los valores de la transcendencia de los ataques del materialismo y la incredulidad, agentes de pastoral saturados de empeños, siempre inmersos en una carrera contra reloj, y cada vez más necesitados de orar: la oración verdadera no tiene necesidad de particulares esquemas, ni de llamativas estructuras, ni de técnicas especiales; no hacen falta estudios especializados, no pueden impedirla los muchos asuntos que despachar. Tenemos que recordar, en cambio, que la verdadera oración necesita la libertad interior del orante, y que solamente adquiere esta libertad quién, como Francisco de Paula, está dispuesto, a dominarse a sí mismo y a tener a freno la propia carne, a despreciar las seducciones y los criterios engañosos del mundo, y a luchar valerosamente contra el Enemigo, embustero y padre de la soberbia, empleando las armas de la pobreza y de la humildad.
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Sr. Maria Angeles Martín
Claustral de la Orden de los Mínimos
de San Francisco de Paula
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