Lipa (Batangas, Filipinas)
Bendición Primera Piedra de la iglesia
"DIOS CUMPLE SIEMPRE SU PROMESA"
 
Bendición de la Primera Piedra de la Iglesia del Monasterio de San Francisco de Paola
 Lipa City, Batangas, Filipinas.
 
El día 22 de Mayo fue el día escogido por nuestro Obispo para la bendición de la primera piedra de la futura iglesia de nuestro monasterio. El día 22, era el escogido “eternamente” por Dios para clausurar una larga etapa de casi seis años y  abrir otra nueva en la historia de nuestra fundación en Filipinas.
 
Litúrgicamente era el Domingo de la Stma. Trinidad. Una solemnidad muy significativa para una Comunidad contemplativa que comienza por fin su andadura entre los muros de un monasterio.
 
Tres Hermanas vinimos de España y Dios nos ha bendecido con seis hermanas más de esta creyente y fecunda Iglesia filipina. Ahora, tras las rejas características de nuestro estilo de vida, alabamos juntas a Dios que nos hace respirar la brisa del sosiego y la paz que proporciona todo recinto sagrado, en la confianza de que nos seguirá bendiciendo con el don de nuevas Hermanas que vendrán a seguir a Jesucristo con nosotras.
 
La ceremonia de la bendición tan deseada fue muy sencilla. Para celebrar la Misa se escogió la habitación mas grande de todas, la sala destinada a colocar la maquina de hacer formas para la Eucaristía. Hasta entonces el recinto interior del monasterio había permanecido abierto para todos, ahora, tras la conclusión del rito de bendición, se cerrará como zona de clausura.
 
La Eucaristía comenzó a las dos de la tarde, presidida por nuestro arzobispo Monseñor Ramón Arguelles con el que concelebraron cuatro sacerdotes: D. Jonas Palmares, canciller secretario; D. Ernesto Mandanas, párroco de la catedral de Lipa; D. Joseph Mendoza, párroco de este barrio y el P. Josef Koeltringer, religioso Oblato de San Francisco de Sales. Entre las religiosas se encontraban las Hermanas Misioneras del Catecismo (que tanto nos han ayudado en nuestra llegada a Filipinas), las Dominicas de enseñanza de Lipa y las Siervas de Jesús de la Comunidad de Manila y tan cercanas a nosotras.
 
En total un centenar de personas amigas que nos quisieron acompañar en este significativo momento. Muchos de ellos, de este barrio en el que vivimos ahora y muchos otros del barrio Anilao, el primero que nos acogió y con quienes guardamos una relación cordial. Entre todos se encargaron de preparar la liturgia participando en la lectura de la Palabra de Dios y los cantos.
 
En su homilía, el Señor Obispo explicó de manera sencilla y atractiva el misterio central de nuestra fe: Dios Trino y Uno, exhortándonos a vivir con coherencia fe y vida, sobre todo en los aspectos concernientes a las relaciones personales.
 
En el ofertorio hicieron la ofrenda del pan y el vino, el matrimonio que nos ofreció la tierra donde ahora se levanta nuestro monasterio, familia Passia.
 
Al finalizar la Eucaristía, una de nuestras Hermanas en nombre de la Comunidad dirigió unas palabras, a todos los presentes en las que resaltó nuestro agradecimiento por el amor y acogida recibida en estos años de nuestra estancia en Filipinas e invitó a todos a sentirse unidos a nosotras ahora más que nunca pese a la separación física que se iba a acentuar a partir de ese momento. Los animó a unirse a nosotras en la Eucaristía diaria, en los rezos de la Liturgia de las Horas y en el rezo del Rosario.
 
Dada la bendición final, el Sr. Obispo invitó a todos los presentes a dirigirse al lugar donde se iba a bendecir la primera piedra de la iglesia: el edificio, todavía en construcción de lo que será el coro de las monjas mirando al presbiterio en cuyo suelo esta adherida la piedra angular donde se iba a insertar el pergamino.
 
Mons. Arguelles siguió el Rito de bendición que aparece en el Bendicional traducido al inglés, del cual, una copia fue insertada también en la piedra. El Canciller secretario, D. Jonas Palmares nos iba explicando a los presentes en tagalog el significado del Rito. El Sr. Obispo roció con agua bendita el pergamino, las medallas, las monedas, las fotografías de la familia donante de la tierra y la cláusula de acero que los iba a contener. Seguidamente firmó el pergamino e invitó a hacer lo mismo al matrimonio que hacia la donación, a la ingeniero encargada de la construcción, a los sacerdotes presentes, a nuestra Comunidad, a las religiosas y a varios seglares comprometidos en el apostolado. Mientras, el coro armonizaba con el canto en tagalog del Salmo “Este es el día en que actuó el Señor”. El texto del pergamino escrito en inglés decía así:
 
“Bendición de la primera piedra de la Iglesia del monasterio de San Francisco de Paula de las Monjas Mínimas en Lipa (Batangas) por el Arzobispo Ramón Arguelles bajo el Pontificado de Benedicto XVI.”
Lipa 22 Mayo, 2005
Solemnidad de la Santísima Trinidad
 
Una vez terminadas las firmas, el Sr. Obispo junto al Canciller enrolló el documento y lo introdujo en la cláusula de acero. La ingeniero mostró la piedra donde se introdujo la cláusula tirada por una polea y que fue sellada con cemento.
 
La celebración finalizó con una sencilla merienda con que obsequiamos a los presentes. En todos se notaba una mezcla de alegría y tristeza porque comenzábamos una separación material que muchos no entendían completamente. Mientras compartíamos con ellos estos minutos, les asegurábamos que la presencia espiritual era superior a la que hasta ahora habían encontrado en nosotras, ya que con nuestro estilo de vida les íbamos a ayudar más que antes.
 
Cuando se disolvió la asamblea, regresamos a la pequeña casa que nos ha acogido estos casi tres años de nuestra estancia en el barrio Lumbang.
 
La mudanza al monasterio la hicimos al día siguiente, 23 de Mayo. Comenzamos por trasladar al Santísimo de la casa al monasterio. Lo hacíamos al alborear el día, cuando los primeros rayos de la mañana se “escapaban” por las cimas del monte Malarayat, con el fin de poder celebrar la primera Eucaristía de Comunidad en el monasterio. Al cerrar las puertas de la casa tras el Santísimo, se nos llenaron los ojos de lágrimas. Se iba de allí el más noble Habitante que aquella sencilla casa, a medio construir, había tenido nunca, el que había santificado con su presencia la morada de la Comunidad en estos casi tres años. Caminábamos en silencio, con velas encendidas, recorriendo los metros que separan la casa del monasterio, como una procesión adelantada del Corpus Christi, con el corazón lleno de gratitud emocionadas, pensando en cada persona, en cada detalle, en cada ofrenda custodiadas por su Gracia.
 
Tras la celebración de la Eucaristía y el desayuno, comenzó la verdadera mudanza. Uno de nuestros vecinos se ofreció a tiempo ilimitado con su jep, y otros amigos nos prestaron un camión pequeño, varios trabajadores nos ayudaron a transportar lo más pesado.
 
La caída de la tarde nos abrazaba orando en nuestro coro. El día había estado lleno de esfuerzos y emociones, pero teníamos el corazón sereno, colmado de alabanza por la fidelidad de Dios que “cumple siempre su Promesa”.
 
Cuando pudimos irnos a dormir, teníamos nuestras “celdas” llenas de cosas sin colocar y buscábamos cómo hacernos hueco para extender la cama. La campana, llamando a silencio mayor resonó por primera vez en los claustros.
Estábamos viviendo, con la sencillez de un día más, un momento que habíamos deseado durante años. Entraba una brisa fresca por la ventana y los grillos entonaban su característica “canción de cuna”. Podíamos por fin dormir arropadas entre los muros de nuestro monasterio Mínimo que lleva escrito el nombre de tantas personas cercanas y lejanas que nos han ayudado a levantarlo… Queríamos evocar en la noche todos los recuerdos desde aquel 8 de Septiembre de 1999 en que nos despedíamos de Daimiel… : “Gracias, Señor, Gracias”, pero el sueño nos venció pronto.
 
Hace ya tres semanas que vivimos aquí. Seguimos adaptándonos al nuevo habitat. Estamos convencidas que Dios nos tiene preparadas nuevas experiencias con las que glorificarle y nos seguimos viendo pequeñas ante su obrar magnifico con nosotras. Por eso  seguimos contando con vuestras oraciones. Que hagamos realidad entre todos el sueño que Dios tiene de esta fundación filipina.
R.M.R.