CONTEMPLEMOS EL ASOMBRO
Ante el misterio de Navidad que celebramos, deseo simplemente compartir una palabra que si bien es sencilla, tiene un profundo significado. Se trata del ASOMBRO. El asombro que según los filósofos es la puerta de la sabiduría y traspasada a nuestro plano sería la puerta de la Sabiduría con mayúscula. Según la etimología viene de ad latino y sombro de ombra. El asombro consiste pues en salir de la oscuridad, iluminar la mente, descubriendo algo que antes se ignoraba, lo que provoca perpelejidad, al sorprenderse ante un hallazgo inesperado. El asombro está vinculado con el descubrimiento de algo insólito o la vivencia de una situación especial.
El asombro es pasmarse, extasiarse, dejarse arrebatar por un rayo de la luz de un misterio que no podemos comprender, pero sí contemplar. La capacidad de asombro, de maravillarse, conlleva la inocencia y la intuición, la capacidad de ver con ojos libres, sin juicios, y penetrar en misterios que a simple visto no se ven.
Por eso son los niños los que más viven el asombro, pues su vida es un descubrimiento continuo de cosas nuevas, porque la capacidad de asombro conlleva la inocencia, la sencillez… sólo los niños pueden asombrarse con ojos limpios y ven o intuyen lo maravilloso.
Si queremos ser como niños, debemos aprender a contemplar con asombro las pequeñas cosas de la vida y así veremos el amor y la gracia que de continuo nos rodea. Así el asombro nos aleja de toda rutina y nos hace mantener viva la esperanza y ardiente el amor en un continuo crescendo.
Ya la Iglesia nos prepara para estas fiestas de Navidad con un ensayo de “asombros” con las antífonas mayores de estos días, antífonas llamadas de la “O”: ¡Oh sabiduría, Oh Adonai, Oh Germen, Oh Llave, Oh Sol, Oh Rey, Oh Emmanuel!… No son sino asombrarnos ante el misterio que se nos viene: un Dios hecho Niño nacido para salvar a los hombres.
Nos podemos fijar y contemplar el asombro de quienes mejor lo vivieron:
*El asombro de María al anunciar el Angel el nacimiento del Hijo de Dios y llamarla llena de gracia “se turbó”, se asombró ante aquel saludo… cómo será eso… (Cf Lc 1,30ss) y María le presenta el Sí con asombro ante el Misterio que palpa y a la vez no puede comprender.
El asombro de Isabel ante María que le hizo exclamar: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre ¿de dónde a mí que venga la madre de mi Señor? (Lc 1, 42-43) Tal fue su asombro ante el misterio que vislumbraba, que saltó la criatura en su vientre y María, a la vez, nuevamente asombrada ante el misterio que Dios mismo le revela a Isabel, exclamó: Mi alma glorifica al Señor... (cfr Lc 1,46)
El asombro de José y María en Belén: ante el nacimiento del Hijo de Dios, José y María le contemplan asombrados: un niño como otro niño, tan pequeño, tan impotente, un niño que llora y que sonríe… y tal fue su asombro que quedaron sin palabras contemplando al Hijo de Dios y María conservaba todas estas cosas meditándolas en el corazón (Lc 2,19).
El asombro de los pastores que tras anunciárselo los ángeles, corren a ver a su rey y le encuentran en un pesebre. El asombro de los mismos ángeles que vienen a la tierra a dar Gloria al Dios del Cielo. El asombro de los magos: que han visto su estrella, y ven en este niño un designio especial. El asombro de Simeón cuando ve al Niño en brazos de su madre y se siente movido a profetizar: éste es la luz de las gentes, está puesto para salvación de todos. (cfr Lc 2,29-32)
Y el mismo Jesús también se asombró… y lleno de gozo en el Espíritu, dijo: ¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! (Lc 10,21).
Y cuál no fue el asombro de nuestro Santo Padre, San Francisco de Paula, cuando nos dice: “¡pensad cuán infinito fue aquel ardor (de nuestro Dios y Salvador) por el que descendió del cielo a la tierra para salvarnos…!” y continuamente asombrado exclamaba ¡“Dios es caridad”! hasta ser reconocido por el lema “Charitas”.
Vivamos con ojos de asombro, porque vemos la luz pero aún entre las sombras, intuimos el misterio y aun nos debatimos en la lucha y tinieblas. Pero no dejemos de asombrarnos porque Él te hace su esposa….te mira con ojos de misericordia “No temas, no tendrás que avergonzarte, ni te sonrojes, que no quedarás confundida,… Porque el que te hizo, te tomará por esposa, y el que te rescata, es el Santo de Israel, Dios de toda la tierra… con amor eterno te quiero, dice el Señor tu redentor. Aunque se retiren los montes y caigan las colinas, no se apartará de ti mi misericordia… dice el Señor que te quiere”. (Cfr Is 54,4-5.8.10). Te ha hecho una llamada a ser su esposa, te comunica sus secretos, has recibido tanta gracia y derroche de su amor… deja que pase a los demás su misericordia a través de ti... nos asombra el gran don recibido: ¡es para entregarlo!.
Contemplemos pues, con asombro “el rostro de la misericordia del Padre: Jesucristo, nacido de la Virgen María… para revelarnos de manera definitiva su amor. Jesús con su palabra, gestos y toda su persona revela la misericordia de Dios” (Papa Francisco Bula Misericordiae vultus, 1). Que la gracia de este año de misericordia sea salvación para todos.
¡Santa y feliz Navidad!
Sor Magdalena López, OM
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