Jesucristo Rey del Universo
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Todo camina hacia la GLORIA DE DIOS. Al final de los tiempos, todo el amor del universo entero, -el de Dios y el del mundo-, se condensará, con inmenso júbilo, en UN ÚNICO AMOR. Este es el REINO de los CIELOS, hacia el cual caminamos, queridos hermanos, donde Dios lo será todo para todos.
¡Vivir de cara al cielo!…Qué bien nos viene recordar que estamos aquí de paso y nuestro destino es la eternidad, el cielo y cómo debemos actuar para que nuestras obras queden escritas en el Libro de la Vida. ¡Es lo que pido para todos! Que no se nos olvide. Dios tiene presente todos nuestros actos, nuestra vida, y nos ha hecho para Él. Es mi deseo y anhelo que este mundo vaya avanzando y haciendo de sus vidas algo más de Dios.
“La meta no es un lugar sino una Persona poseída en intimidad. El mejor modo de esperar este encuentro es vivir el encuentro de la fe en el momento presente: ¡Sólo amando se da la plenitud al momento presente!”
¿Qué decir? Que mi pobre experiencia así lo constata. Es una felicidad inmensa la que nos produce esta constatación, que se nos ofrece como don inmerecido, vivenciamos ya la eternidad desde la vida de la Gracia, ¿cómo no daremos gracias a Dios por ello?
Tres máximas para nuestra vida:
1- Tengamos a Cristo en el corazón y obremos siempre con caridad.
2- Tengamos el cielo, la eternidad, en el pensamiento.
3- Tengamos el mundo a los pies, dominado por la penitencia, la sabiduría de la cruz.
De lo que se trata es de vivir con tal intensidad la gracia recibida, que otros la puedan recoger, se puedan enganchar en esta gran cadena y se vaya transmitiendo de generación en generación la herencia divina que a fin de cuentas es la que perdura y nos eterniza. Mi equilibrio está en no perder de vista tal herencia. Esto es gratificante, y nos tenemos que contagiar, mis queridos compañeros de camino, tenemos que ayudarnos a vivir con hondura tanta gracia recibida. Y si hacemos felices a quienes se nos acerquen y además irradiamos al Dios que nos llena el alma, ¡tanto mejor! Tenemos que vivir con tal intensidad, que nuestra herencia pueda ser recogida: ¡Venid, heredad el reino preparado para vosotros!
“El Reino de los Cielos no se ajusta a lo que la justicia del hombre puede merecer, sino a lo que la fuerza de Dios puede preparar”
Monjas Mínimas de Daimiel
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