Orar
¡Contemplando a Cristo, irradiemos su Luz!
CONTEMPLANDO A CRISTO, IRRADIEMOS SU LUZ
 
Reflexiones compartidas en el día de Pro-Orantibus
Jornada de la Vida contemplativa

 
Caminamos en pos de Jesús y nuestro tiempo es siempre, tiempo de Gracia y Salvación.
Sé que una de las cosas que más hablan es lo que se comunica desde la propia experiencia,
que con sencillas palabras salidas del corazón se puede iluminar, porque Dios así nos lo concede.
Quisiera poder escribir todo aquello que me llena el alma,
cómo el Señor me regala con su Presencia,
para poder también yo iluminar a quienes El mismo me regala en don de fraternidad;
para dejarme iluminar por el hermano, la hermana, que camina al unísono,
o sencillamente para poder contagiar –aún a aquellos que ni siquiera veo,
pero que Dios me regala desde la oración-
Señor, ¡cómo me gustaría que todos camináramos firmemente unidos a Ti!
con paso decidido, haciendo de cada instante de la vida un acto de amor real y verdadero.
Un amor entregado, desprendido, fiel.
Señor, enséñanos a caminar así, quiero escucharte, descubrirte, ¿cómo adherirme a Ti?
Porque sólo así podré ser esa luz que Tú deseas, sólo desde Ti podré ayudar a mis hermanos.
Los que vivimos una misma fe y por tanto caminamos EN COMUNIÓN,
tenemos una ventaja, somos tan UNO, es tal la sintonía de nuestros corazones,
que brota casi espontáneo compartir lo que tanto nos llena el alma: la vivencia del Amor de Cristo.
Un amor crucificado, entregado hasta el extremo, un amor que desde la Resurrección,
camina a nuestro lado y es su Presencia, Luz y Plenitud.
Cuando llegan los ratos de adoración ante el Santísimo, ¡cómo se hacen presentes ante SU PRESENCIA, los hermanos! Claro, para mí casi es más fácil porque mi oficio no es otro sino estar con El, para que los que quieren estarlo y no pueden debido a su ocupaciones, reciban la dicha que a mí me embarga; sean colmados de su LUZ.
Y allí, de rodillas, ¡cómo brota de lo profundo del alma aquello del Cantar!:
"Me has robado el corazón, hermana y esposa mía, me has robado el corazón".
Este deseo no se queda en mí, sale hacia fuera, porque es un deseo que quisiera se expandiera en todos los corazones. En el fondo mi experiencia es esta: el enamoramiento.  Dios llena la vida entera de manera tal que no se puede expresar, aunque sí traslucir.
El Señor está Presente en aquellos que le buscan con sincero corazón, no cabe duda.
Nos toca sencillamente descubrir su deseo y entregarnos a El. Este deseo que experimenta el alma creyente, es un don de Dios. Su Presencia nos descubre también nuestra pequeñez, nuestra limitación e impotencia, y ante esa impotencia ¿qué hacer? Sencillamente CONFIAR, es señal de que la Luz se está apoderando del interior y te presenta la verdad: somos pecadores necesitados de salvación, y esa salvación se nos ha regalado con la entrega del Hijo: ¡cuánto bien hace este descubrimiento! A partir de esta verdad se comienza a caminar con agilidad, porque la luz recibida no se queda estancada, es progresiva, somos pecadores inmensamente amados y claramente capacitados para responder con amor.
Este don recibido es inmenso y necesitamos toda una vida para asimilarlo, vivirlo; la paciencia es imprescindible, Dios va marcando la pauta, a ti y a mí sólo nos toca SECUNDAR SU VOZ, que nos habla a través de los acontecimientos y también a través de nuestro mismo corazón.
Si es que esto es una maravilla, que además la vivimos en comunión.
En el fondo, Señor, todo creyente debiéramos ser esa fuente de luz, de alegría, de esperanza, de belleza, porque somos participación de Tu Belleza. Debiéramos ser presencia de Tu Santidad con nuestras palabras y nuestra vida, cada día más enamorada de Ti. Por eso, Señor, por los ejemplos que nos regalas a diario, enséñanos a saber descubrirte en el hermano, en el acontecer, en todo.
Yo sé que Tú puedes iluminar mis inquietudes más profundas, también a través del hermano, de su vida, su palabra, su entrega. Ayúdame a descubrir tu Presencia. Tengo toda una vida por delante, y sé que en el fondo, tu Luz y tu Amor están penetrando mi interior formando parte de esta experiencia de fe que vivo con intensidad y gratitud.
Acoge mi pequeñez y sigue iluminando el mundo, que tu Cruz, enardezca nuevamente este corazón y me ayude a entregar la vida para hacer de este mundo algo más de Dios.
 
Sor Rocío de Jesús