Queridos hermanos:
Nos disponemos a celebrar el Nacimiento de Jesús. ¿Cómo nos hemos preparado para recibirle? Un modo sencillo es ‘hacer el belén’, como ha dicho el Santo Padre en su Carta Apostólica Admirabile Signum.
El hermoso signo del pesebre, causa siempre asombro y admiración. La representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús equivale a anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría. La contemplación de la escena de la Navidad, nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él.
Para el Papa Francisco, el pesebre constituye un “Evangelio vivo” que recuerda que “Dios se ha hecho hombre” y “es bonito detenerse delante del nacimiento y confiar al Señor las personas, las situaciones, las preocupaciones que llevamos dentro”.
Por otro, constituye un “Evangelio doméstico”. En el “pesebre” es donde comen los animales y “Belén” significa “casa de pan”. Estas dos palabras “nos evocan que Jesús es el alimento fundamental para nuestra existencia; es el pan de vida”.
Igualmente, el belén supone una “invitación a la contemplación”: “Ante una sociedad frenética, el belén nos hace dirigir nuestra mirada a Dios, que es pobre de cosas, pero rico de amor, y nos invita a invertir en lo importante, no en la cantidad de bienes, sino en la calidad de los afectos”.
El belén es una “imagen artesanal de la paz” ante la violencia e individualismo imperante: “En el pesebre todos convergen en Jesús, que es Príncipe de la paz. Y donde está Jesús hay armonía, no estamos solos, porque Él está con nosotros, dándonos una vida nueva”. (Entresacado de Zenit)
Finalmente recalco dos párrafos de la Carta del Papa, para nuestra reflexión en este inicio de la Navidad.
¡Cuánta emoción debería acompañarnos mientras colocamos en el belén las montañas, los riachuelos, las ovejas y los pastores! De esta manera recordamos, como lo habían anunciado los profetas, que toda la creación participa en la fiesta de la venida del Mesías. Los ángeles y la estrella son la señal de que también nosotros estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor.
«Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado» (Lc 2,15), así dicen los pastores después del anuncio hecho por los ángeles. Es una enseñanza muy hermosa que se muestra en la sencillez de la descripción. A diferencia de tanta gente que pretende hacer otras mil cosas, los pastores se convierten en los primeros testigos de lo esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece. Son los más humildes y los más pobres quienes saben acoger el acontecimiento de la encarnación. A Dios que viene a nuestro encuentro en el Niño Jesús, los pastores responden poniéndose en camino hacia Él, para un encuentro de amor y de agradable asombro. Este encuentro entre Dios y sus hijos, gracias a Jesús, es el que da vida precisamente a nuestra religión y constituye su singular belleza, y resplandece de una manera particular en el pesebre.
Que la Santa Navidad sea para todos una ocasión de fraternidad, de crecimiento en la fe y de gestos de solidaridad hacia todos aquellos que están necesitados, y por supuesto entre nosotros.
Santa y feliz Navidad a todos.
Sor Rocío de Jesús, Monja Mínima de Daimiel
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