Sé Dios en mí...
Señor, me adentro temblorosamente en tu infinita Infinitud... No pretendo abarcarte, comprenderte... Sé que me desbordas infinitamente... Me sumerjo en Ti para adorarte, para dejarme asombrar y estremecer por tu grandeza, que es grandeza de Amor, de Ternura, de Bondad, de Paz. Y, por eso, no me siento oprimido ni aplastado y ni siquiera abrumado por tu Presencia. Me siento liberado de mi pequeñez, de todos los lazos que me atan.
Dios mío, qué grande eres! Me alegro dulcemente, orgullosamente, de que no quepas en mi inteligencia, de que me superes infinitamente. Te reconozco como Inmensidad inmensa, como Plenitud desbordante, como Ternura inconmensurable. ¡Me alegro de que seas Dios! ¿Qué importa que yo sea tan poca cosa, tan insignificante, tan pobre y tan desvalido? ¿Qué importa? Tú eres infinitamente más importante... También para mí, eres infinitamente más importante que yo ... Me engolfo suavemente en este Mar sin riberas que eres Tú, Dios-Trinidad, y descanso amorosamente en Ti, sabiéndome amado, protegido, envuelto y penetrado por Ti... ¡Lléname de Ti mismo! ¡Sé Dios en mí! ¡Haz, por favor, que yo te deje ser Dios en mí!
Te amo... Quiero amarte... Con tu mismo Amor infinito... Pero, sobre todo, creo que Tú me amas, que eres Amor para mí... Lo creo con fe inquebrantable, aunque no lo sienta, aunque pueda sentir lo contrario, aunque me mates... Me fío de Ti, Dios mío, infinitamente, porque mereces mi infinita confianza... Tú eres mi Paz, mi Vida, mi Amor, mi Dicha, mi Consuelo, mi Felicidad, mi Todo... ¡Te amo, Dios-Amor, con tu mismo Amor!
Guardo silencio, silencio contemplativo, silencio enamorado, silencio de Comunión, sumergido en tu Abismo, donde Te encuentro y donde me encuentro a mí mismo, Dios mío... y donde encuentro a todas y a cada una de las personas que amo, que Tú y yo amamos con indecible Amor...
Soy pura conciencia y pura consciencia... Soy `reconocimiento´: porque caigo en la cuenta de que caigo en la cuenta, y caigo en la cuenta agradecidamente de que Tú lo eres Todo en mí y para mí.
¡Gracias, Señor, por ser Dios! ¡Gracias por existir! Y ¡gracias por amarme! ¡Gracias por ser Tú, Dios-Trinidad!
Tomado del libro Vivir en Cristo-P. Severino Mª Alonso
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