JESÚS NOS INVITA…
¡VENID CONMIGO
QUE YO OS QUIERO DECIR ALGO AL CORAZÓN!
Oremos juntos en voz alta. Dejemos que el Señor nos inunde y abramos el corazón. Es necesario el sosiego para escuchar al Señor. Una certeza nos acompaña: Un buen cristiano lo será en la medida en que está unido al Señor, y sea de verdad un alma de Dios.
¡Señor, yo quiero vivir para Ti, conviérteme! Este deseo se realiza constantemente a lo largo de nuestro caminar y se hace más patente en los días de soledad, de oración, de silencio interior, de escucha de su Palabra… Se trata de entrar en el Misterio de Dios intensamente para aportar a la Iglesia y al mundo: santidad de vida, renovación interior, conversión sincera de mente y corazón.
El camino del seguimiento de Jesús nos sorprende continuamente, las dificultades aparecen, pero no cabe el miedo cuando se vive y actúa en y desde Dios. ¡Siempre en camino, en conversión y unidos a El, que es la Roca que nos sostiene de verdad! Y la raíz está en la unión con Dios, con Jesús.
¿SEÑOR, QUÉ QUIERES DE MÍ? ¡ESA ES LA PREGUNTA!
Bendito sea Dios, suya es la iniciativa. En su amor eterno nos ha elegido.
Al creyente que se deja comunicar la verdad de Dios, su alegría le desborda. Es don del Espíritu: LA ALEGRÍA LA LLEVA DENTRO.
María, la Virgen Fiel, nos ayudará a mantener vivo el fuego y la llama de nuestra respuesta al Dios que no cesa de llamarnos a su intimidad.
Reflexiones en un día de Ejercicios, Monjas Mínimas de Daimiel
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