RELATO DE UN ENCUENTRO
Me resulta muy difícil expresar lo que significó para mí
la imagen del Cristo de Andújar y su restauración.
Ha sido un encuentro único y del todo particular.
En primer lugar observé que era una imagen tan expresiva
que, tratándose de un Cristo muerto, parecía llena de vida, además que transmitía espiritualidad...
pues no sólo veía un hombre perfecto en su anatomía,
sino que además se percibía un misterio:
el misterio del Dios hecho hombre.
Voy, pues, a comunicaros mi experiencia personal:
Mientras realizaba el trabajo, de continuo notaba su mirada
(más que se nota cuando alguien te mira)
y era esto tan real
que me veía obligada a levantar los ojos para mirarle
y él siempre con la misma paz y dulzura.
Me fijaba en la expresión de su rostro,
en sus ojos entornados, casi cerrados se percibía su mirada
como si sus párpados fuesen transparentes.
Su boca también entreabierta parecía hablarme...
todo era expresivo.
Y yo de un lado para otro seguía restaurando.
Cuando ponía mis manos encima, iba con cuidado,
como si de un enfermo se tratase,
y a veces, confundida con mi propio movimiento.
parecía era él quien se movía.
Recuerdo que tenía que pararme, para observar
que realmente su pecho estaba quieto y no respiraba,
que sólo era impresión mía
pues tan viva era su vida..
Ponía sobre él mis manos y percibía cada uno de sus huesos, tocaba sus venas, sus tendones...
y al apoyarme en su pecho me parecía oír sus latidos.
Por la llaga de su costado veía cómo brotaba la vida...
Y así minuto a minuto, día a día, pasaban los meses,
dando vueltas y más vueltas a su entorno,
bajo su mirada, bajo su boca entreabierta,
a la luz de sus ojos, al eco de su palabra,
con el corazón en un hilo, como de puntillas,
herida de amor,
siempre, siempre sintiéndome amada...
y como respuesta, amando al que tanto me ama.
“yo soy para mi amado y a mi tienden sus anhelos (Cant 7,11)
y conforme se iba concluyendo el trabajo:
“¡qué hermoso eres, amado mío! Qué agraciado!” (Cant 1,16). Lo único que me apena: que cuando estés terminado
te irás tras los montes (Cant 8,14) y tal vez ya no te vea...
Pero ha querido mi amado concederme esta gracia:
encontrarnos de nuevo
y expresar, aún confusa,
el misterio vivido con esta magnífica talla.
AL CRISTO DE ANDÚJAR
Detrás de esta escultura
se ve el alma del artista
que ha sabido plasmar
en un tronco de madera
la naturaleza humana
y la divinidad escondida
del Verbo que, encarnado,
en la cruz se ofrece al Padre
y por nuestro amor se entrega
¡Dios y hombre verdadero!
se refleja en su semblante
que aunque parece dormido
por donde vayas te mira
y por su boca entreabierta
cuyo espíritu entregó al Padre
se oye su Palabra viva.
La llaga de su costado
fuente de agua y de sangre
manan la paz y dulzura
que te expresan su semblante
y esta llaga te ofrece
para vivir escondida
para que sea tu morada
y en ella encuentres tus delicias.
¡Oh Cristo siempre vivo!
contigo entrego mi vida
que viva muerta para el mundo
escondida en tu costado
mi llama siempre encendida
sea luz para los hombres
que les transmita tu VIDA.
Sor Magdalena López, monja mínima de Daimiel