REFLEXIONES MÍNIMAS EN PASCUA DE RESURRECCIÓN
Feliz Pascua de Resurrección! Gozosa Pascua en este día en que actuó el Señor. El que es nuestra alegría, nuestro gozo! Sí, alegraos siempre en el Señor. Si nuestra conversión es continua, nuestra alegría lo es igualmente. Pues fruto de la conversión es la alegría en el Señor. Si hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte… de esa alegría participamos nosotras mínimas en continua conversión. Pero ¿cómo mantenernos en alegría manteniendo nuestros sufrimientos, nuestras dolencias, nuestras tribulaciones, nuestras noches…? sencillamente porque nuestra alegría es en el Señor. En ese Cristo que ha superado el dolor y la muerte y contemplamos hoy triunfante. Ese Cristo que nos ha liberado del mal, del pecado y nos ha salvado. Cristo, nuestro Esposo, que nos ha preparado una morada eterna en el cielo, Cristo que camina a nuestro lado alentando nuestra esperanza, una esperanza que no defrauda porque su amor ha sido derramado en nuestro corazones por el Espíritu Santo (Cf Rom 5,5). El misterio de la Redención comenzó con un “alégrate, María…” (Lc 1,28 ) y culminó con un “alegraos” (Mt 28,8-9) tras la Resurrección. Éste es el Evangelio, la buena noticia porque el encuentro con Jesús produce siempre gran alegría interior, aunque haya de pasar por la cruz. Es la alegría de la salvación que se ofrece ante la certeza de saberse amado por Dios. La alegría cristiana es abrirse a este amor de Dios y pertenecerle a Él. Se nos dice «alegraos en el Señor» (Flp 3,1) y es que la alegría más auténtica está en la relación con Él, encontrado, seguido, conocido y amado, en una continua conversión de mente y corazón. Se trata de aquella realidad de armonía y gozo que permanece aún en medio de las tribulaciones. La íntima relación con el Señor proporciona paz profunda y serenidad incluso en los momentos oscuros y en las pruebas más arduas. Esta profunda alegría es fruto del Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, capaces de vivir y gustar su bondad en cualquier circunstancia. Realmente el mensaje cristiano es un mensaje de alegría y esperanza para vivirla profundamente y con nuestro testimonio ser mensajeras para el mundo de este don del Espíritu Santo porque como nos dice el Papa en su mensaje a los jóvenes:
“La Iglesia tiene la vocación de llevar la alegría al mundo, una alegría auténtica y duradera, pues… la alegría está grabada en lo más íntimo del ser humano. Más allá de las satisfacciones inmediatas y pasajeras, nuestro corazón busca la alegría profunda, plena y perdurable, que pueda dar «sabor» a la existencia”...
Sólo Dios es la fuente de la verdadera alegría y nos la quiere comunicar:
“En realidad, todas las alegrías auténticas, ya sean las pequeñas del día a día o las grandes de la vida, tienen su origen en Dios, aunque no lo parezca a primera vista, porque Dios es comunión de amor eterno, es alegría infinita que no se encierra en sí misma, sino que se difunde en aquellos que Él ama y que le aman. Dios nos ha creado a su imagen por amor y para derramar sobre nosotros su amor, para colmarnos de su presencia y su gracia. Dios quiere hacernos partícipes de su alegría, divina y eterna, ….soy amado personalmente por Dios”…. (Mensaje del Papa a lo jóvenes 2012,que se puede descargar completo abajo; también te puedes descargar su homilía en la Vigilia Pascual)
Si la alegría es fruto del encuentro con el Señor, para mantener la alegría se ha de mantener un encuentro constante con el Señor, buscándole mientras se le encuentra… hasta que llegue el día gozoso del encuentro definitivo con El y podamos contemplar ver cara a cara lo que aquí vemos como en un espejo. ¿Verdad que halláis eco en mis palabras, que sin poder explicarlo mucho, tarareáis un canto lleno de júbilo, apenas percibido como un susurro en el corazón? Pues la vivencia es tan profunda que está en el silencio del corazón y este es el gozo que procede gratuitamente del Espíritu Santo y que salta como una gotita hasta la vida eterna. Que la Virgen de la Alegría nos una a su canto de alabanza y proclamemos con ella la grandeza del Señor, mientras se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador (Cf Lc 1,46-47), y todo el mundo conozca la salvación del Señor.
Sor Magdalena López
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