¡Ven, Espíritu divino!
Ven, espíritu divino, ven, te llamo desde el fondo de mi ser, oye mi gemido,…que mi grito llegue hasta ti. Que todo mi ser se convierta en una súplica, en un grito de llamada. Pero necesito que Tú vengas primero a gritar en mí, para que sea mi grito veraz. Te suplico que seas tú mismo mi grito, que tus gemidos inefables resuenen en mi alma para que nunca dejes de venir. Ven, mientras te llamo, ven, Espíritu divino, ven!
Manda tu luz desde el cielo. La Luz, palabra maravillosa que a todos atrae. La luz del amanecer ¿quién no la espera con ansia? la luz que nos muestra el universo, la luz que nos guía en el camino, la luz que hace bellas todas las cosas…. Pero ¿qué será la luz del cielo ante la que palidece toda la luz de la tierra? Esa luz del cielo que penetra hasta el fondo del alma, y que es fuente del mayor consuelo, esa luz del cielo que nos hace ver más allá, esa luz divina que nos muestra a Dios en pura fe. Manda, Espíritu divino tu luz desde la otra vida, para que mi mirada se transforme y sepa ver con tu luz todas las cosas, para que sea la luz divina la que me guíe en todo momento y obre siempre según Dios.
Padre amoroso del pobre; Los pobres, los anawin del Yavé, los que nada poseen en esta vida y todo lo esperan de Dios. Los pobres que viven siempre mirando al cielo, que de aquí no esperan nada y tienen puesta toda su esperanza en el Señor. Sí, tú eres el Padre amoroso y te invoco con todos los pobres.
Ven, dulce huésped del alma, … ven, ven a mí. Mi reposo, el descanso de mi esfuerzo, …., tregua en el duro trabajo, …. En mis trabajos: el momento de descanso en las horas de fuego, …. Brisa fresca; en las luchas y fatigas, calma y paz. Gozo que enjuga las lágrimas… gozo y alegría en medio de la cruz; fortaleza en medio del sufrimiento.
Entra hasta el fondo del alma: entra y toma posesión de todo mi ser. Entra y no dejes jamás de entrar. Entra, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, mira mi vacío si tú no estás. Llena mi alma de ti y nunca estaré vacía. Si tú me faltas, me falta la vida, porque el pecado es muerte y quiere vencerme. Envíame pues, tu aliento de vida y ahuyenta de mí todo pecado y todo mal.
Riega la tierra en sequía, … en mi sequedad, riégame, empapa mi tierra y que produzca tus frutos. sana el corazón enfermo: en mi alma enfermiza, pon tu bálsamo y cúrame, lava las manchas, en mi tibieza, en mi frialdad, en la dureza de mi corazón, infunde tu calor de vida, doma mi espíritu rebelde y endereza mi senda, que vaya por camino recto y cumpla siempre tu voluntad, Aumenta mi fe y dame tus siete dones por tu pura bondad y gracia porque nada merezco, pero de tu amor gratuito todo lo espero. En mi combate y esfuerzo seas tú mi mérito; ya que no busco otra cosa que salvarme, sé tú mismo mi salvación y mi gozo eterno. Amén
Sor Magdalena López, Daimiel
|