PLASMACIÓN DE LA FE EN LA VIDA
Estamos en camino hacia el cielo y hay muchas cosas que nos cuesta asumir... ¿cómo hacerlo? Debemos tener fe. Oremos, confiemos, busquemos en el interior de nuestro corazón la voz de Dios, vivamos la comunión de la iglesia, demos testimonio creyente, que no decaiga nuestro ánimo.
Nuestra vida ha de corresponder a personas que viven la alegría desbordante del don de Dios y del alma de fe. Ante el dolor, la enfermedad, lo inesperado… ¿cómo reacciono?
La solidez cristiana se realiza desde dentro, el movernos desde Dios y ver las cosas desde El. De ahí proviene la alegría. Se trata de actitudes internas que se traslucen al exterior. El verdadero motor interior en nuestra vida entregada es la fe.
Jesús es quien tiene que llenarme por dentro y el que me va a dar fuerza para vivir cualquier situación. Hemos de asumir toda dificultad con el talante de fe. ¡Y a un creyente todo le aprovecha para el bien! Es tan grande el don recibido que nuestra respuesta tiene que ser radical, desde una fe viva y profunda.
Es la fe la que mantiene el ideal, la que me da seguridad de que el Señor me ama, me llama y me fortalece ante todo miedo que pueda venirme.
¿Cómo reaccionamos ante la tristeza que nos llega, cuál es nuestra actitud de fe? La fe es la que lleva las riendas y no se deja manipular por nada: desánimos, dificultades, limitaciones… Todo lo orienta a Dios.
Mientras no descubramos esta fe inquebrantable, sencilla y personal, no estaremos en disposición de entregarnos del todo.
Desde la fe todo concurre para el bien, porque todo es Don de Dios: la cruz y el gozo, la paz y el desasosiego, la estabilidad y la inestabilidad, lo que me agrada y lo que me desagrada, la sonrisa y la seriedad…. Desde la fe uno dice:
Señor, gracias, sí, gracias porque me concedes la gran gracia de morir para únicamente renacer en Ti. Todo, en efecto, es puro don tuyo. Todo es Gracia.
Hay que palpar el Misterio dentro y estar dispuesto a vaciarse por entero para llenarse más y más de Dios.
Monjas Mínimas de Daimiel
|